Los años de Rajoy, con la implantación de la Reforma Laboral de 2012 y la aprobación de la Ley Mordaza, supusieron uno de los mayores ataques a la clase trabajadora de este país, precarizando el empleo, desregularizando la negociación colectiva y recortando el derecho de huelga recogido en la Constitución y prohibido durante la dictadura.
La moción de censura que acabó con tan infame periodo debería haber supuesto un giro a la izquierda en la defensa de las grandes mayorías sociales de España.
Por el contrario, se entró en una nueva etapa de disputas por ver, otra vez, quién conseguía tener la hegemonía en la izquierda, cayendo en la pose, el cesarismo, el maniobrerismo, el cortoplacismo táctico y el electoralismo.
Tras dos procesos electorales en el 2019, el pueblo de izquierdas, a pesar del desencanto, volvió a dar su confianza a las fuerzas políticas que ya han configurado el primer gobierno de coalición de progreso en la historia de nuestra democracia.
Frente a esta realidad se alza una derecha predemocrática que ha encontrado en el insulto y en el discurso apocalíptico contra los anti españoles, lo que ellos creen es una vuelta a sus orígenes. Desgraciadamente para los ciudadanos y trabajadores de nuestro país, estas raíces no se encuentran en la tan nombrada y manoseada por los reaccionarios Constitución de 1978.
Una derecha que no tiene que ver nada con la alemana de Konrad Adenauer, la francesa de Charles de Gaulle, ni tan siquiera con la de Adolfo Suárez, que se entendió con la izquierda para recuperar la democracia tras cuarenta años de dictadura fascista.
El gobierno tiene por delante dificultades, pero debe generar un cambio con respecto a la gestión de los anteriores, recuperando el diálogo social, la interlocución con los sindicatos de clase en temas industriales y de desarrollo en los sectores de producción, la derogación de la reforma laboral, la potenciación de la negociación colectiva, la defensa del sistema público de pensiones y la derogación de la Ley Mordaza.
Todas estas cuestiones no aceptan más dilaciones y necesitan una respuesta por parte del ejecutivo, puesto que las estamos padeciendo desde el 2012 todo el conjunto de la clase trabajadora de este país.
Como dice el título de este artículo, hay una oportunidad para demostrar que la izquierda sabe gestionar, y que puede gobernar sin la lacra de la eterna división entre dos tradiciones que, ya superado el siglo XX y entrando en la segunda década del siglo XXI, deben asumir la pluralidad de la sociedad española.
Desde UGT FICA PV, primera federación de la Unión General de Trabajadores, reafirmamos nuestro compromiso con nuestra clase, la clase trabajadora, y vamos a celebrar en estos primeros meses del 2020, la Segunda Asamblea Congresual Comarcal con un único objetivo, el ser un instrumento útil y válido en la defensa de los derechos de las trabajadoras y los trabajadores de nuestra comarca.
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